Espabilando, sacudiendome los huesos de ratones muertos y la piel seca del tiempo estático.
Puede que el 30 y 31 pasee por la Selva de Irati, lo mejor para terminar y empezar el año, un paraje desconocido en lo profundo de Navarra.
Latidos que desgarran, que se convierten en una fina cuchilla, en un pedazo de sentimiento, en una espina de bestialidad, en un susurro de oscuridad, en un golpe de viento...