Se quedo tumbado en su cama, la que tantas veces acoge su cuerpo cansado y pesaroso, esperando en la noche de lluvia que aparezca su amor. La brisa húmeda entra por la ventana, le acaricia la tez, le eriza los pelos, le hace estremecer, y casi, con ganas de llorar, se tapa los hombros, la cabeza y abraza su almohada. Sueña que es su amada la que toca con manos frías su piel y se adhiere a su ser. Vuelve a destaparse, prefiere sentir el frío, dejarse llevar por las ensoñaciones, porque sabe, que esta noche, tampoco vendrá.
No, no vendrá.
ResponderEliminarY no solo para él, otros todavía dormimos sin sueños que abrazar.
Escueto, pero cierto.