jueves, 13 de mayo de 2010

Ráfaga

Imagino caminar por un acantilado escuchando Neurosis, arrastrada por la melancólica existencia de las divagaciones mentales. Las canciones continuan y el sonido de las guitarras marca el ritmo. La música tiene manos y dirige mis pasos, sigo ascendiendo por las rocas. El deseo: sentirme sola en lo más alto, contemplar y admirar la grandeza del mar, y después, con adrenalina, perfilar el borde hasta tener un error y dejarme caer en ese mar oscuro para notar el frío de la caída y el golpe del despertar.

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